Un blog de Malena Millares

viernes, 22 de agosto de 2014

FELUCA


La última vez que Feluca Doreste Padilla estuvo en su tierra fue hace unos meses. Y es que esta canariona, afincada en Maracaibo (Venezuela), necesita de vez en cuando volver a sus raíces, encontrarse con su familia y amigos, y saborear todos los rincones de la Gran Canaria que tanto echa de menos.

Hace sólo unos años que la conozco. Nuestra amistad comenzó a través de una red social; poco a poco nos fuimos acercando hasta encontrarnos personalmente en uno de sus viajes a la isla. Desde entonces mi cariño y admiración por ella van in crescendo. Además de una pasión común, como es la que sentimos por la UD Las Palmas, coincidimos en otras muchas cosas.

Dinámica, sabia, y de amena conversación, una tarde en la que íbamos al estadio, esta guapa mujer de brillantes ojos azules, me puso en las manos un regalo. Entonces recibí de su generosa alma algo que me conmueve cada vez que lo observo: un banderín del equipo, pero no un banderín cualquiera. –Quiero darte esto; nadie mejor que tú para disfrutarlo y conservarlo –me dijo. En ese preciso instante comprendí que el banderín tenía una historia paralela a la del club, y ella me la iba a contar.

Bordado con hilos de oro, conmemora el primer ascenso del equipo en 1951. Eufemiano Fuentes y el padre de Feluca, Simón Doreste Estruch, vocal del Marino C.F. y, posteriormente, uno de los vocales de la Comisión Gestora de la la Unión Deportiva Las Palmas, se lo regalaron cuando era una adolescente. Los jugadores, Eladio Bueno (Yayo), recientemente fallecido, y Pantaleón Quevedo, fueron los encargados de hacerle la entrega. Una vez finalizado el partido contra el Málaga la buscaron por la grada. Ella se sentaba en Tribuna, cerca de los fotógrafos, y lo recibió con gran sorpresa y alegría. Nada menos que dos de sus ídolos le hacían tal honor. Después de ese día, Yayo la saludaba de esta manera: “Mi pequeña amiga, eres la mascota del equipo”. Tanto supuso para ella aquella vivencia que descolgó el Cristo de la cabecera de su cama y en su lugar colgó el banderín. 

Pasaron los años y se convirtió en mujer; luego se casó, tuvo hijos y nietos, y el banderín siempre estuvo presente en su casa, a buen recaudo hasta hace poco,  porque tomó la decisión de regalármelo.

Feluca, querida amiga: ahora está en la mía porque tú así lo creíste oportuno, ocupando un lugar especial y bien custodiado. Reitero, ahora públicamente, mi agradecimiento a ti por esta entrañable entrega, la de un banderín de 63 años, casi los mismos (65) que cumple hoy la Unión Deportiva Las Palmas. 
A partir de mañana empezaremos a vivir nuevos episodios de la historia de este club. Ojalá se escriban con tinta de oro.


Eladio Bueno, Yayo

Pantaleón Quevedo

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