La
última vez que Feluca Doreste Padilla estuvo en su tierra fue hace
unos meses. Y es que esta canariona, afincada en Maracaibo
(Venezuela), necesita de vez en cuando volver a sus raíces,
encontrarse con su familia y amigos, y saborear todos los rincones de
la Gran Canaria que tanto echa de menos.
Hace
sólo unos años que la conozco. Nuestra amistad comenzó a través
de una red social; poco a poco nos fuimos acercando hasta
encontrarnos personalmente en uno de sus viajes a la isla. Desde
entonces mi cariño y admiración por ella van in crescendo. Además
de una pasión común, como es la que sentimos por la UD Las Palmas,
coincidimos en otras muchas cosas.
Dinámica,
sabia, y de amena conversación, una tarde en la que íbamos al
estadio, esta guapa mujer de brillantes ojos azules, me puso en las
manos un regalo. Entonces recibí de su
generosa alma algo que me conmueve cada vez que lo observo: un
banderín del equipo, pero no un banderín cualquiera. –Quiero
darte esto; nadie mejor que tú para disfrutarlo y conservarlo –me
dijo. En ese preciso instante comprendí que el banderín tenía una
historia paralela a la del club, y ella me la iba a contar.

Pasaron los años y se convirtió en mujer; luego se casó, tuvo
hijos y nietos, y el banderín siempre estuvo presente en su casa, a buen recaudo hasta hace poco, porque tomó la decisión de regalármelo.
Feluca,
querida amiga: ahora está en la mía porque tú así lo creíste oportuno,
ocupando un lugar especial y bien custodiado. Reitero, ahora públicamente, mi agradecimiento a ti por esta entrañable entrega, la de un banderín de 63 años, casi
los mismos (65) que cumple hoy la Unión Deportiva Las Palmas.
A
partir de mañana empezaremos a vivir nuevos episodios de la
historia de este club. Ojalá se escriban con tinta de oro.
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Eladio Bueno, Yayo |
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Pantaleón Quevedo |
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