
Le
conocí en mi trabajo de manera fortuita. La diferencia de edad no
fue obstáculo para profesarnos simpatía y cariño. Al mostrarle
interés por tener una foto suya vestido con el equipaje de fútbol
me regaló algunas personales y del equipo. A lo largo de su vida
hizo siempre honor a su apellido, porque Yayo fue un hombre bueno.


Su
vida, aparte del fútbol, giraba en torno a su familia, a sus
numerosos hijos, por lo que cualquier decisión u organización de
fiestas familiares, tenía cierto carácter cuartelario. Al ser ocho,
cada domingo de partido hacía turnos para llevarles al Estadio
Insular. En la fiesta de Reyes preparaba un buen chocolate para ellos
(lo hacía también en los cumpleaños). Solía adornar el pasillo
que llevaba al salón con banderines de diferentes colores, luego
ponía a los hijos en fila india, de menor a mayor, e iba abriendo
poco a poco la puerta, creando tensión y emoción antes de ver los
regalos. Se podría decir que disfrutaba más que sus niños. El
momento en que llegaban a casa las notas del colegio era totalmente
distinto, siempre fue la educación escolar cosa seria; según fueran
las notas, cada uno recibía el correspondiente rezado. Su premisa
era que estudiaran bachiller, la carrera era opcional. Para Yayo
también la amistad fue muy importante, le daba un gran valor. Él y
sus amigos, muchos de ellos jugadores de aquellos tiempos,
mantuvieron el contacto hasta el final de sus días. Fue la de todos
ellos una amistad sincera y de admiración.
Recalcó
Sole que en los últimos años se lamentaba con frecuencia por no
haber podido cumplir una promesa. Una señora, residente en La Aldea,
quiso agradecerle con dinero (con frecuencia le ocurría esto) la
ayuda que recibió de Eladio Bueno en un momento determinado. Él,
como era de esperar, se negó rotundamente. Pero la agradecida mujer
buscó la manera de recompensarle el gesto y le invitó a un sabroso
potaje que elaboraría con productos de su huerta. Eladio le
prometió que iría a La Aldea, pero las circunstancias de la vida se
lo impidieron, y esto le apenó bastante.
Pude
charlar con él algunos ratitos, los que el trabajo me permitía;
por ello añado a esta selección de pinceladas sobre Eladio Bueno
Ramos que fue un ser entrañable, de sonrisa amable en cada
encuentro. Si tuviera que definirlo con una sola palabra creo que
'generoso' sería la adecuada: hacía el bien a sus semejantes y no
miraba a quién. Nunca olvidaré a este señor, a este buen hombre
que fue un buen hijo, marido, padre, suegro, abuelo, bisabuelo y
amigo.
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