Si
tuviera que emplear un adjetivo para definir el estado de ánimo con
el que salimos los aficionados esta tarde del Estadio Gran Canaria,
elegiría, sin dudarlo, el siguiente: cariacontecido.
Estuve
repasando el partido de ida con el rival de hoy (Hércules CF) cuyo
resultado, en el pasado noviembre, fue a nuestro favor por dos goles a
cero, y, curiosamente, en él, la UD Las Palmas tuvo también
bastantes ocasiones que no terminó de definir, comentando entonces
que, de hacerlo, habría sido una goleada de escándalo. No sé
cuántas oportunidades tuvo el equipo amarillo, creo recordar que
cuatro, quizá cinco, y una meridianamente clara que fue la de
Chrisantus, pero al final el resultado quedó en tablas (0-0).
Desde
luego no fue un partido vistoso, ni siquiera emocionante, sino pesado
de digerir y, desde mi punto de vista, jugado con más corazón que
cabeza. Nada que ver tampoco con el que jugó hace dos jornadas en
casa, frente al Guadalajara, en el que se tuvo la sensación de que
el ambiente festivo pudo pasar factura a los jugadores. Hoy mi
percepción fue diferente puesto que no noté ansiedad por parte de
ellos, ni por la del público, aunque creo que no se jugó con la
frialdad que requiere este tramo crucial de la liga. Frente a la UD
estuvo un equipo que, sí o sí, tenía que intentarlo todo, dada su
mala posición en la clasificación, y eso le permitió a Las Palmas
crear sus ocasiones puesto que no vinieron a cerrarse. Pero da igual
cuantas veces se trencen jugadas, cuantas veces se llegue a puerta
contraria, porque si no se logra hacer un gol más que el contrario,
rien à faire.
No
me siento decepcionada por el resultado; es un término que no se
ajusta, para nada, a mi estado de ánimo. Sí algo de pesar, porque,
aunque no fue un buen partido, la UD Las Palmas luchó hasta el
último segundo sin dar tregua ni al cuarto árbitro (que tuvo que
sustituir a Sureda Cuenca por lesión), y quizá, por intenciones y
brega, debió obtener mejor recompensa. Pero esto es así.
Lo
importante es que nuestro equipo no pierde comba y debe seguir con la
moral muy alta, y no desoír el canto de los aficionados cuando
corean: “Sí se puede”.
La
oscuridad también reina a los pies del faro (Proverbio japonés).
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