Qué
socorrido y qué humano es, en momentos de frustración, recurrir a
lo más fácil, a un desahogo sin tino que al final nos hace esclavos
de nuestras propias palabras; y hago esta reflexión aplicándola
primeramente a mí misma. Y es que, ante una expectativa clara, ante
una puesta en escena de una campaña en la que el objetivo es jugar
como mínimo la liguilla de ascenso, es comprensible que afloren la
rabia, el desengaño, la desilusión, el hastío, y todo lo que
queramos añadir cuando en la novena jornada, los jugadores con su
entrenador al frente, han dejado escapar, por los motivos que sean, veintiún puntos.
Ayer
fui una de los tres mil y pico aficionados que pudimos y tomamos la
decisión de asistir al partido de copa entre la UD Las Palmas y el
Racing de Santander (4-2), y nunca antes, que recuerde, y llevo
muchos años cerca del fútbol, vi a toda una grada coreando el
nombre de un entrenador que tiene a su equipo en puestos de descenso. La afición siempre es independiente, se
expresa sin presiones, se pronuncia ante hechos concretos sin
reparos, libre; es, en definitiva, soberana, y ayer lo demostró sin
prejuicios pronunciando bien alto el nombre de Lobera. El mensaje ha
quedado claro: hay que dejar trabajar a este señor. Se ha apostado
por él y se merece su tiempo, porque un proyecto y su
correspondiente adaptación requieren mucho trabajo y paciencia, algo
que en el mundo acelerado en el que vivimos hemos olvidado qué es, y
lo importante que puede llegar a ser.
Del
partido nada digo, para qué, ya está todo dicho y escrito, y, bien
en vivo o a través de la tele, miles de personas vimos lo que
ocurrió anoche en el campo del Gran Canaria. Sólo añado que ayer
el equipo tuvo un líder que supo coger las riendas del caballo y
hacerlo trotar, y ese jinete fue Nauzet Alemán. El resto de los
jugadores se entregaron de tal manera y cumplieron tan bien,
remontando un partido que se puso cuesta arriba desde el primer
minuto, que Sergio Lobera tendrá que sopesar muy mucho la alineación
que pondrá en liza para el domingo ante el Sabadell.
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