Un
padre o una madre, por mucho que quiera a su hijo, tiene la
obligación de reprenderle si actúa mal, debiendo enderezarlo como
si fuera un arbolito cuando se incline hacia un lado, para que su
crecimiento sea el óptimo.
Esto
se podría extrapolar al fútbol, porque cuando comienza una
temporada el entrenador (padre o madre) corrige, sin rendirse, una y otra vez la actuación del equipo, siempre en pro de un objetivo: que el hijo se labre un
futuro digno.
Pero
esto no implica que, en el camino, el hijo (equipo) no tropiece y
falle en diversos aspectos, porque nada es perfecto y todos somos
falibles.
El
partido jugado esta tarde, en el Gran Canaria con el Recreativo de
Huelva (0-0), no ha sido bueno ni provechoso para los
intereses de la UD Las Palmas, que tiene muy cerca el poder jugar la
liguilla. Quienes lo hemos visto sabemos que los jugadores no han
mostrado ambición, o quizá estaban tan atenazados que se les
nublaron las entendederas. Espesos, lentos, sin ideas, y ni siquiera
aparecieron los jugadores que normalmente marcan la diferencia.
Pero
esto no es óbice para creer, firmemente, que el punto conseguido
esta tarde sí le sirve a Las Palmas. Jamás, repito, jamás se
puede tirar la toalla antes de tiempo, porque hasta el rabo todo es
toro, y quedan tres jornadas en las que todavía queda tela por donde
cortar.
Tres
finales: Mirandés, Numancia y Real Murcia.
Tres
jornadas para seguir alentando y apoyando al equipo.
Tres
semanas en las que, los implicados (jugadores y cuerpo técnico),
tendrán bastantes cosas que machacar.
¡Ánimo a todos!
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