Que
placentera resulta una tarde, como la de hoy domingo, cuando el
equipo de la tierra gana por goleada, y además con imperio, y esta
vez ante un equipo, como el Girona FC, que antes de empezar el
partido nos aventajaba en 5 puntos y que, a pesar de este último
resultado de la UD (5-2), sigue aún encaramado en una posición
alta de la clasificación, o sea, un rival directo. La semana
anterior, tras la derrota con el Alcorcón, hice alusión a que los
ánimos de algunos estaban bastante revueltos, refiriéndose, algún
sector, a que el equipo amarillo había perdido prácticamente sus
opciones de ascenso directo, tirando por la borda sus aspiraciones.
Si bien el merecido resultado de esta tarde no garantiza nada, creo
que es justo resaltar que tantos meses sin perder en el Gran Canaria
(desde la jornada 10ª, en el mes de octubre), así como las 2
victorias y los 2 empates a domicilio durante este periodo, son
números que hablan por sí solos, reflejando a las claras que es un
equipo competitivo, que sabe sacar la garra y que es capaz de
mostrarse como un vendaval ante cualquier rival. No pasa
desapercibido el intenso trabajo y el cada vez más reconocido estilo
de juego de Sergio Lobera, que hoy, al finalizar el partido, se
acercó a la grada curva para poner su dedicatoria firmada en una inmensa
pancarta, con su rostro dibujado, en la que se leía la leyenda: “Con
Sergio Lobera nos vamos a Primera”.
Cada
vez que jugamos en casa me resulta incomprensible que este
desapacible estadio nuestro no se llene con la trayectoria que está
llevando la Unión Deportiva Las Palmas. Me parece que es el momento de acudir a
apoyar, de hacer más ruido del que hacemos las 10.000 personas que
normalmente asistimos, y transformar el recinto en una olla a presión
con el incansable aliento de casi un pleno de seguidores. Más de una década
hacía que no sentíamos los aficionados este vértigo, esta ilusión
dormida en la memoria del Estadio Insular, que puede hacerse realidad
esta temporada en el nuevo estadio. No crean que estoy volando, o que
'flipo' porque me he tomado alguna cervecita que me ha sentado
demasiado bien. No. Quienes me siguen a través del blog y quienes me
conocen, saben que siempre tengo los dos pies pegaditos al suelo. La
única diferencia en esta tarde es que empiezo a mirar de reojo al
cielo.
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