No
me cabe la menor duda de que la UD Las Palmas ha ganado esta tarde su
partido con absoluta solvencia imponiéndose al Córdoba CF, equipo
que en la primera parte mostró mucho empaque, controlando bastante
bien los primeros cuarenta y cinco minutos. Pero, a pesar de eso, Las
Palmas consiguió estar por delante en el marcador con el gol que
llegó en el veintiocho, obra de Vitolo. No sé qué pudo ocurrir en
el vestuario durante el cuarto de hora de descanso. No lo sé, pero
lo imagino como si estuviese allí. Sergio Lobera no podía estar
contento, conocedor de los jugadores de su plantilla, con lo visto
anteriormente. Tuvo que hablarles de manera contundente y exigirles
actitud, temiendo que, a pesar de ir ganando, sucediese lo del sábado
anterior ante el Xerez (1-1). Lo cierto es que el equipo salió como
una apisonadora, y, si no supiera que está totalmente prohibido,
juraría que los once se 'jincaron' unos cuantos rones antes de
salir. ¡Qué barbaridad! El equipo andaluz, a raíz del segundo
gol, también de Vitolo, quedó noqueado, prácticamente sin
respuesta, enmudeciendo del todo cuando, doce minutos más tarde, de
nuevo apareció la magia del siete que hizo el tercer y definitivo
gol, resultado que, de momento, nos coloca en una zona de la tabla más que tranquila.
Nada
de esto es casualidad. Dieciséis puntos de dieciocho tampoco. En el
fútbol el azar tiene mucho que decir; pero, el trabajo, el conocimiento, la entrega y el sacrificio, son
disciplinas que sentencian a favor la mayoría de los encuentros.
Hacía
tiempo que no se escuchaba en el Gran Canaria el saludo entre D.
Pepito y D. José, por lo que Miliki tuvo que disfrutar desde el cielo junto a
toda la afición amarilla. Apenas habíamos cantado el
Pío, Pío últimamente, pero, la ola... ya casi me había olvidado de la ola, de
cómo se hacía, y hoy, en el estadio, disfrutamos con todo. Es obvio
que hubo comunión entre jugadores y afición, y, a pesar de no estar
del todo finos en la primera parte, no escuché ningún pito, sólo
aliento.
Vitolo
explotó con un hat-trick, y se fue pletórico del campo.
“Que
nadie dude de mí”, declaró tras acabar.
Creo
que nadie, en su sano juicio, duda de él, y Lobera mucho menos. Ha
confiado siempre en el jugador, porque le conoce, porque sabe hasta
dónde puede llegar, de lo que es capaz de dar, y esta tarde lo
demostró.
Vendrán
partidos malos, regulares o muy buenos, pero mientras esta sea la
actitud, la concentración, la garra y la entrega de nuestro equipo,
el resultado no hará que los aficionados se alejen de estadio, todo
lo contrario.
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