Un blog de Malena Millares

martes, 21 de junio de 2011

QUINCE AÑOS DESPUÉS

Foto de C. Torres 



Todos los entrenadores de fútbol, o al menos la gran mayoría, son personas muy peculiares que suelen tener muchas manías, fobias y supersticiones y en ocasiones sus declaraciones desencadenan simpatías o antipatías, admiraciones o recelos, pero está claro que a casi nadie estas cuestiones dejan indiferente.
Hace muchos años que conozco al entrenador Pacuco Rosales, con el que mantengo una gran amistad, además de compartir nuestra afición por este deporte. Desde que le conocí, en el primer instante me cautivaron su sinceridad y su honestidad, virtudes que no todo el mundo posee, y que aún hoy con el paso de los años en él siguen indelebles. Todos los canarios de una forma u otra sabemos quien es este señor y el papel tan importante que ha tenido en la historia de la UD Las Palmas pues, no en vano, consiguió hace quince años el ansiado ascenso de nuestro equipo a la 2ª División A, después de haber militado en la 2ª B durante cuatro años. Hace algunas temporadas tuvimos nuevamente otro descenso a esta categoría, pero eso es harina de otro costal.
Quince años parecen muchos, pero aún hoy tenemos grabadas en nuestra retina y en la memoria auditiva todo lo que aconteció aquel 22 de junio de 1996 cuando la Unión Deportiva Las Palmas frente al Elche, en su campo (0-4), consiguió la "gloria" bajo la batuta de este entrenador, al que habían precedido los técnicos Álvaro Pérez, Iñaki Saenz, Boronat y Paco Castellano. Se dio la circunstancia de que antes de ser fichado Iñaki Saenz, la entidad amarilla ya había hablado con Pacuco para que entrenase a la Unión Deportiva, pero jamás le llamaron para comunicarle lo contrario, enterándose del cambio por la prensa. Siempre me he preguntado por qué a algunas personas les cuesta tanto ser honestas, serias o simplemente educadas. Nunca sabremos si la UD Las Palmas, en lugar de cuatro años fuera del fútbol profesional, hubiese estado dos de haber fichado entonces a P. Rosales, pero... así es la vida y así lo decidieron los gobernantes del club en aquellos años. No hay día que pase en su vida sin que alguien por la calle le haga comentarios sobre aquel sonado ascenso, que recuerde los momentos vividos o le explique a su hijo, con el mayor de los orgullos, quien es P. Rosales, que sigue rodeado del cariño y agradecimiento de todos los aficionados.
De aquel partido de la liguilla de ascenso, tengo el recuerdo de la imagen de Pacuco llorando, mirando al cielo, y dedicándole la hazaña a su tío materno Juan “el Rancho”, el cual, mientras cantaba eufóricamente, tres semanas antes a ese día, uno de los goles que la Unión Deportiva le había metido a la Leonesa, cayó hacia atrás desde la silla en la que estaba sentado, recibiendo un fuerte golpe en la cabeza que le produjo la muerte al día siguiente.
Al regreso de Elche, en el aeropuerto de Gran Canaria, una muchedumbre esperaba al equipo para agasajarlo, pero la mayor sorpresa que tuvo mi amigo fue cuando al subir a la guagua, que les conduciría a la ciudad, vio a su madre sentada en el asiento del chófer que había ido a recibirle. Aquellos instantes de emoción no se pueden relatar, es mejor imaginarlos. Pacuco Rosales, cuando empezó la liguilla , era plenamente consciente de que el primer partido que perdiese iba a ser destituido como entrenador, pues el nombre de García Remón era una constante en los aledaños del club, así que todos los jugadores desde el primer encuentro hicieron una piña con él para conseguir el objetivo. Todos sabemos que sólo dirigió seis partidos en la temporada posterior, siendo sustituido por Angel Cappa, que si no es reemplazado por Paco Castellano, nos habría mandado de cabeza otra vez a la 2ª B.

Atesora en su memoria muchos detalles de aquella emocionante e importante temporada para los intereses de la UD Las Palmas; y yo, que soy una apasionada de los recuerdos y las historias cotidianas, he captado un denominador común en todas ellas, la comprensión que este hombre ha tenido siempre con los jugadores que están bajo sus órdenes, a pesar de su fuerte carácter. Prueba de ello fue cuando, en aquellos momentos, diez días antes del comienzo de esa liguilla, todo el equipo se desplazó a un complejo turístico del sur de la isla de Gran Canaria, para estar concentrados lejos de las familias, pero, a pesar de las instrucciones, las mujeres e hijos de cuatro de ellos se instalaron en unos apartamentos muy cercanos, con la finalidad de que los futbolistas intentaran escaparse. Pacuco se enteró de esta estrategia, cogió aparte a estos hombres y les hizo saber que conocía el plan, dándoles posteriormente permiso para que fuesen a visitar a los suyos. La respuesta fue unánime “Usted se las sabe todas, míster”. Él tiene una máxima mientras entrena a una plantilla, el respeto por encima de todo a la entidad que representa, y por descontado a los componentes de la misma, pero no por eso ha dejado de ser como un padre padre para ellos, siendo en ocasiones muy comprensivo con la situación de algunos jugadores.
Me gustaría verle, en un futuro, de nuevo entrenando a la UD Las Palmas, y no precisamente en la 2ª División B ¡qué esto quede lejos por favor! pues creo que la propia historia de este club no le ha hecho aún justicia.



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