No sabremos
si M. Márquez, el entrenador de la UD Las Palmas que ha dimitido
recientemente, era el candidato previsto para sustituir a Setién
desde el primer momento o fue el entrenador elegido a última hora
debido a las circunstancias. Los rumores apuntaban a que vendría un
señor italiano, pero no fue así. En este caso se mantuvo en secreto
el nombre del nuevo míster y al final fue un hombre de la casa.
Esta
dimisión no ha dejado indiferente a nadie. No suele ser lo habitual,
ni siquiera una destitución, nada más comenzar la temporada, y
habiendo conseguido seis puntos de dieciocho posibles, un equipo
que, se diga lo que se diga, seguirá compitiendo por su permanencia
en Primera División durante algún tiempo.
Como toda
persona que asciende en su trabajo, empezaría esta nueva andadura
lleno de ilusiones y con ganas de hacer algo significativo con el primer equipo. Su trayectoria le avala. Pero (sólo Dios y él
saben los verdaderos motivos) Márquez ha dimitido. Su gesto le
honra. Ha dicho hacerlo por dignidad y honestidad. Y ha añadido
entre otras cosas "no haber podido transmitir a los jugadores lo que
quería".
Su
sinceridad durante todo este tiempo ha sido sorprendente, y hoy mucho más.
No es fácil encontrarse con personas tan transparentes y limpias.
Le deseo mucha suerte, y le agradezco su cercanía en el futuro al primer equipo.
Si no
hubiese dimitido no sé si con el tiempo lo seguiría entrenando,
nunca se sabe. Guardiola empezó casi sin experiencia y siendo muy
criticado y hay que ver lo que consiguió. Y no estoy haciendo
comparaciones, simplemente recuerdo ese hecho, porque en el fútbol
casi nunca dos más dos suman cuatro.
Ahora le
toca al club trabajar mucho y bien.
¡Arriba
d'ellos!
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