Lo pasado, pasado está, y
nada variará el resultado. Es más, ya muchos estamos pensando en la
próxima temporada e intentando encararla con la máxima ilusión. Y,
aunque sigo opinando que todos esos seres que invadieron el campo,
son lo que son, unos zotes y orates que fastidiaron y rompieron de
cuajo el sueño de toda una afición que se comportó de manera
ejemplar durante noventa minutos, también debo expresar lo que
pienso sobre lo sucedido.
Estos chicos, aunque
cueste reconocerlo, son hijos de la injusticia social de este
sistema, en el que la educación, cultura entre otros, son valores
secundarios y en decadencia absoluta, y más en este periodo de
crisis económica, en el que los últimos datos de empobrecimiento de
la sociedad canaria son más que alarmantes. Me pregunto si los
'competentes' que nos gobiernan, los que deben velar por la ley y el
orden, saben que lo mejor de un pueblo para su progreso es la
educación y la cultura, o prefieren moldear borregos a quienes
controlar y luego utilizar. Otro aspecto a considerar, muy
preocupante, es el de tomarse la justicia por su mano y vengar la
rabia con violencia. Espero que impere el sentido común y se
erradique de una buena vez ese instinto primario de revancha que a
nada bueno conduce. Se está centrando toda la atención en estos
jóvenes que por su incalificable comportamiento chafaron un final de
partido que ya empezaba a sonar a música celestial. Pero hay otros sitios hacia donde debemos mirar, y apuntar con el dedo índice de
manera inmediata.
La seguridad del estadio
de Gran Canaria no estuvo a la altura de las circunstancias. ¿Fue
declarado acaso partido de máximo riesgo? Todo hace pensar que sí
lo era, dado los continuos avisos, de antemano, para que nadie
invadiese el campo. De haberse declarado así, no hubiera ocurrido
semejante ignominia que pudo tener un desenlace aún más lamentable.
¿Dónde estaban los efectivos policiales necesarios y exigibles para
cumplir con el protocolo en este caso? Quizá de vacaciones por la
coronación, o desviados antes de tiempo hacia una plaza desierta en
la que nunca llegó a celebrarse un ascenso. Y si no fue declarado
partido de máximo riesgo ¿por qué no se hizo? ¿Para qué nos
sirve entonces la Delegación de Gobierno si es incapaz de prever lo que
cualquier ciudadano de a pie intuye, vislumbra o tiene la sospecha de
algo que pueda ocurrir en un evento como el del pasado domingo? Era
cosa de buen juicio natural. Y el dueño del estadio, el Cabildo
Insular, digo yo, algo tendrá que alegar.
Por el bien de la entidad, por el respeto que su historia merece y por nuestra
sociedad, esto no puede quedar así. Los responsables de este
desaguisado deben responder ante un hecho que ha dejado en evidencia
a toda una isla, a una provincia, y una vez más pagamos justos por
pecadores. La Unión Deportiva Las Palmas no merece esto. Su afición,
la ejemplar, la que honra su escudo, ya empieza a reaccionar de
manera positiva y a mirar hacia el futuro, a pesar del dolor todavía
atragantado. Pero debemos depurar nuestra imagen.
Una pena lo sucedido pero seguimos adelante, a por ellos.
ResponderEliminarCreo que es la línea a seguir, aunque algunos de antemano se rindan y piensen que intentar que esta sociedad cambie para mejor es una utopía, y que no merece luchar, porque lo cómodo es quedarnos en casa con nuestras vidas semi o del todo resueltas.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con ese escrito y debiéramos, amparándonos también en el deporte y en nuestra Unión Deportiva Las Palmas, canalizar toda esa rabia y frustración y tomar conciencia de que sin educación, principalmente, y cultura iremos como decimos por aquí "proa al marisco".
Muchas gracias a los dos, por sus comentarios. ¡ARRIBA D'ELLOS!