Un blog de Malena Millares

sábado, 26 de febrero de 2011

LA ÚLTIMA VERGÜENZA


Las tardes de fútbol de la UD Las Palmas parecen últimamente, más de ciencia ficción que reales. Si algún escritor se decidiese a escribir una novela acerca de la trayectoria del equipo amarillo en los últimos tiempos, seguro que sería un best seller.
Las Palmas, en esta soleada tarde en la hermosa ciudad de Granada, ha sido el equipo más vulnerable y pueril que se haya visto en mucho tiempo. Un partido loco, como locos han sido algunos jugadores amarillos ante un Granada que jugó con diez futbolistas los cuarenta y cinco últimos minutos cuando fue expulsado el jugador que le hizo una dura entrada a Jonathan Viera; entonces el resultado iba por 1-2. Todo se ponía de cara, ya habíamos olvidado los deslavazados veinte minutos que había tenido en la primera parte la UD; el contrario estaba con un hombre menos, ganábamos  con un juego decente , achuchando al rival, cuando de repente, y como si de una pesadilla se tratase, en SIETE minutos el Granada nos metió tres goles y todo esto vino dado por los múltiples fallos de ciertos jugadores que ya claman al cielo; a partir de aquí nada hubo en el campo a lo que hacer referencia, salvo ráfagas, vanos intentos y el quinto gol que nos marcaron en el minuto ochenta y nueve (5-2).

De nada sirve remontar un resultado en contra, para nada sirve la chispa y la calidad de algunos de nuestros futbolistas si otros echan por la borda el trabajo conseguido.
No puede seguir Las Palmas encajando tantos goles y de la manera que lo está haciendo. Francamente, cincuenta y tres goles en veintiséis partidos no es una cifra alentadora, las jornadas van corriendo como corren los galgos, e intentar hacer números para el estudio de la salvación, en estos instantes es para mí una tarea muy dura.

Mientras escribo esto, estarán los detractores de Paco Jémez pidiendo su cabeza y los que defienden su apuesta (como yo lo he hecho) estarán sopesando muchas cosas, muchos partidos. Quisiera hacer en estos momentos una reflexión desde la tranquilidad, aunque se hace difícil cuando estás viendo semana tras semana que el equipo va “proa al marisco”, pero no me han invitado a tener este blog para esconderme y no dar la cara como aficionada. Estoy convencida de que hoy el entrenador, así como en otros partidos ha perdido los papeles, no ha tenido culpa alguna de este desaguisado. Los jugadores nuestros (no todos) me han traído a la memoria los partidos que veía en el colegio de mis hijos, jamás he visto cosa igual, a posteriori es muy difícil digerir la forma en que nos han dejado otra vez con las vergüenzas al aire. Por desgracia Barbosa, que de tantas tundas nos ha salvado, tuvo una mala tarde, la defensa inexistente y no creo que fuera por exceso de confianza cuando se iba ganando. Hace tiempo que vengo observando que el equipo anímicamente no está bien y no entiendo el por qué. No es mala, ni mucho menos, nuestra plantilla pero es incomprensible que tenga la capacidad de remontar un resultado adverso y que a continuación le caiga una goleada, que le ocurra, como en ocasiones, que tratando bien el balón y haciendo su juego de toque, llegue el contrario, marque un gol, luego otro y otro más. Una de dos, o es mala la defensa o no sabe defender; existe una tercera posibilidad, que el cuerpo técnico no sepa transmitir sus conocimientos a la zaga. Hasta hoy es incuestionable la unión entre jugadores y el entrenador, no se percibe fisura alguna. ¿Existe falta de confianza en ellos mismos?

Paco Jémez es el conductor de esta orquesta, que no sólo desafina sino que chirría, y hace ya algún tiempo. Si no pone o no sabe poner remedio a estas cuestiones creo, sinceramente, que está tardando en tomar él mismo una decisión que le haría aún más digno de lo que ya es, sin duda alguna, aunque insisto, en lo ocurrido esta tarde poco tuvo que ver. Siento opinar de esta manera, pero La Unión Deportiva Las Palmas ha llegado a un punto en el que sí puede tener retorno, y para que esto ocurra tendrán que llegar pronto las mejores decisiones. Nadie debe esconder la cabeza bajo el ala.

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