Un blog de Malena Millares

viernes, 1 de octubre de 2010

AÑORANZA DEL ESTADIO INSULAR

Por muchos años que pasen, en mi memoria siempre habrá un lugar privilegiado para el Estadio Insular. Desde que un lunes 25 de diciembre de 1944, hace ya casi sesenta y seis años, abrió sus puertas a los aficionados al fútbol, este recinto ha sido testigo directo de muchas gestas deportivas. En él se dieron cita los más laureados clubs de fútbol del panorama nacional e internacional. Por su palco pasaron personalidades del mundo del deporte, la política y la cultura, y su verde césped fue pisado por estrellas del balompié, que deleitaron con su buen hacer a un público canario, siempre conocedor y gran crítico de este deporte.
Pero lo que me provoca escribir estas líneas es el lado grotesco, sensible, prosaico, humano y divertido de nuestro estadio y sus alrededores en un día de partido.
Para empezar, llegar al Insular era una auténtica odisea. Aparcar, para los que vivíamos lejos, si queríamos hacerlo relativamente cerca del recinto, requería ir con dos o tres horas de antelación ya que hacerlo con menos tiempo era una tarea prácticamente imposible. En los alrededores, el ambiente pre partido era muy especial, el propio de un estadio ubicado en el centro de una ciudad, ya que los espacios entre los edificios a su alrededor son como pasillos en donde todos los aficionados nos encontrábamos comentando cosas de la actualidad del equipillo, como si de una familia se tratase, atreviéndonos a vaticinar un resultado. A priori, el optimismo nos hacía presagiar lo mejor. Lógicamente, no siempre se daba. Si se bajaba por la escalinata del Paseo de Chil, el panorama era un espectáculo, el color de las camisetas de tantas almas unidas caminando por la calle, parecía una alfombra amarilla. Si ese día tocaba aparcar en la zona de Alcaravaneras, Ciudad Jardín o más lejos, había que pasar de manera casi obligada por el Bar Viena y justo delante estaban los múltiples puestos de caramelos, chochos, pipas... y cómo no, el de los pejines, jareas y calamares. Aún oigo a aquel señor con su voz de caña rajada anunciando el producto ¡Hay jamón de la costa! Supongo que para un peninsular esta forma de publicitarse le resultaría de lo más extraño. Huelgan comentarios sobre el olor existente en los alrededores de los chiringuitos.

El momento de pasar a su interior, tenía su intríngulis. Primero, soportar una considerable cola, que habitualmente no era más que un enjambre de personas dándose empujones para llegar al torno. Una vez dentro, esperaban los de seguridad para hacer una revisión semiexhaustiva de los bolsos y mochilas. Era obligado pasar las botellas sin tapones y chapas, por eso de evitar que a algún venado le diese por tirar el objeto en cuestión al campo; pero esos tapones hacían su viaje casi siempre en el interior de los bolsillos, evitando con ellos que se derramaran bebidas como agua, zumos o refresco en las gradas; el ron, el whisky y demás alcoholes estaban prohibidos, pero, no sé cómo, siempre aparecían entre la gente para templar los nervios. Si se jugaba por la mañana o por la tarde lo habitual era soportar un solajero de justicia, que el respetable solía mitigar con gorros hechos con papel de periódico. Por la noche, era más agradable a pesar del frío. Previo al partido se daban todo tipo de expresiones y cánticos acordes con lo que iba a acontecer. No me olvido de los vendedores ambulantes con sus ¡Hay bocadillos, chicles, almendras garrapiñadas, Coca-Cola!
Cuando sólo existían los asientos de cemento, nos sentábamos muy apretados, pero mientras se jugaban los partidos y por culpa de los rezagados que siempre venían empujando, terminábamos con los niños sentados sobre las rodillas de los mayores. ¡Qué entrañable era todo aquello!

En el apartado peñas, desde la primera hasta la última, no existen suficientes elogios para ellas. Era y sigue siendo digna de encomio la entrega de sus componentes, bajando y subiendo por las escaleras de las gradas soportando el peso de bombos, banderas y demás artilugios para dar colorido y aliento al equipo. Me viene a la mente, Fernando “El Bandera” al que dedico un emocionado y merecido reconocimiento, por ser un hombre singular que hasta el final estuvo con su UD Las Palmas, apoyándola con su inolvidable corneta.

Allí todo era muy cercano, cualquier disparatado y simpático comentario arrancaba las carcajadas del público. Recuerdo algunos como por ejemplo, cuando coincidiendo con la remodelación de los baños de la grada curva, Paco Castellano dejó de entrenar al equipo, y sin nadie esperarlo un individuo gritó: ¡Castellaaano, te fuiste y no viste los baños nuevos! y otro, ante una jugada mágica de Vinny Samways : ¡I looove you Vinny! También formaba parte del ambiente el olor a cigarro puro, aunque para algunos era insoportable. Hubo momentos en los que se tuvo que llamar a la Cruz Roja por mor de algún soponcio. Cuando la fiesta o el funeral, dependiendo del resultado, terminaba, muchos de nosotros poníamos rumbo directo hacia “Los Hermanos Rogelio” finalizando la jornada con un bocadillo de pata cochino, media ración de ensaladilla rusa y una Tropical. Ese era el lugar idóneo para nuestras cuitas.
Estas vivencias que ahora recuerdo con nostalgia, forman parte de una historia no muy lejana, pero sí irrepetible y espero que inacabada. Pero esa cercanía, calidez y familiaridad entre seguidores y jugadores del Unión Deportiva Las Palmas, como tiempo ha se le denominaba, nunca podrá darse en un estadio con pista de atletismo, pues ésta será siempre la peor interferencia entre la grada y el campo.
Cosas veredes... que harán hablar las piedras.

1 comentario:

  1. Muchas gracias por hacer con tus palabras, recordar aquellos inolvidables e irrepetibles momentos.

    Por lo menos no me quedaré con la pena de intentar que no lo tiren, pués por vía administrativa, junto con unos amigos, presentamos una solicitud el 24 de Octubre de 2005 en el Cabildo para que fuera bién de interés cultural y no lo pudiers derribar.
    Pero ya se sabe que si no tenemos poder, no somos empresarios o políticos pués no nos harán caso.
    Hoy casí 5 años después el Cabildo no se ha dignado aunque sea a contestarnos negativamente.

    Si me quedaré con la pena de que mi hija no pueda sentir aquello que yo sentía y vivía cada 15 días.

    Nuevamente gracias por tu artículo.

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