La
destitución del entrenador Paco Herrera, después de ocho jornadas
de competición liguera, ha sorprendido a la mayoría de los
aficionados. Tras el varapalo sufrido ante el Getafe CF el pasado
domingo (4-0) se suponía un correctivo por el pésimo espectáculo,
un giro de tuerca a la plantilla para revertir la situación, pero
no esta drástica determinación por parte del consejo de
administración de la UD Las Palmas. Una minoría deseaba que llegara
este momento por los malos resultados, pero el resto confiaba en la
batuta del entrenador, en la recuperación de todas las líneas, y,
en consecuencia, en la del juego del equipo.
Complicado
debe ser tomar una decisión de este calibre y que contente a todos,
imposible diría, pero en este caso mucho más, dados los hechos
recientes. Hace cuatro meses, Herrera, en el aeropuerto de Gran
Canaria al regreso del partido de promoción jugado con el Zaragoza
(3-1), fue quien aseguró, ante la sorpresa de los que allí se
reunieron para animar al equipo, que nos veríamos en la guagua. Y
así fue. Nos vimos alrededor de ella celebrando pletóricos el
ansiado ascenso a Primera.
Ayer
el fútbol mostró uno de sus perfiles más amargos: despedir a un
entrenador querido y admirado por la mayor parte de una afición que
continúa mostrándose contraria a esta destitución, aparentemente
temprana. Muchos rumores existen sobre el comportamiento extra
deportivo de algunos jugadores; sobre las relaciones interpersonales
del destituido Paco Herrera y la secretaría técnica, poniendo en
tela de juicio el trabajo de quienes ahora mismo intentan mantener a
flote este barco, tarea que no es nada fácil, por adaptación y
exigencias de la categoría. Existen filias y fobias y ningún ser
humano puede escapar de ellas, menos aún quienes manejan una empresa
con miles de ojos observándoles. Va en el salario saber llevar,
estoicamente, la censura, cuando el propósito es mayormente
incomprendido.
Esto
es deporte, una empresa con presidente y consejeros. Se manejan
determinaciones no siempre bien aceptadas por nuestra parte, pero la
decisión se ha tomado y no nos queda otra que mirar hacia el próximo
domingo, darle la bienvenida al nuevo técnico, Enrique Setién, y
desearle la mayor de las suertes. Mucho ha sido el esfuerzo y de
cocodrilo nuestras lágrimas, como demasiados los años para el
atraque en este puerto.
Personalmente
quiero agradecerle a Paco Herrera su labor durante tantos meses, su
mano izquierda con los jugadores y alrededores en los momentos
complicados, y, sobre todo, su confianza en que el ascenso sería
posible, a pesar de los pesares.
¡Mucha
suerte, míster!
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