Un blog de Malena Millares

viernes, 10 de julio de 2015

RECORDANDO A JUAN GUEDES

Marta, nieta de Juan Guedes, con su foto preferida


Atravesar el umbral de esa puerta y pisar el suelo de esa casa me produjo una emoción sin parangón. En ella, donde ahora vive su hijo mayor, lo hizo, durante muchos años y hasta el día de su fallecimiento, el jugador de la UD Las Palmas Juan Guedes Rodríguez. Su mujer, Georgina, y su hijo Juan, me abrieron una tarde sus corazones para mostrarme cómo era aquel hombre de buen ver,  espigado (1,87 metros) y de serena sonrisa. Me hablaron de los derroteros que marcaron su corta vida. Juntos vibramos recordándole, y coincidimos, ellos una vez más, en la admiración por un jugador excepcional. En contra de lo que hasta ahora habíamos creído, y esto es algo que ellos deseaban aclarar, Juan Guedes no nació en El Carrizal sino en la calle Pedro Infinito, núm. 3, en el barrio capitalino de Schamann, y la fecha de su óbito fue el 8 de marzo de 1971, y no el nueve como reza en todas partes; así lo señala el certificado de defunción.

Al poco tiempo de su nacimiento, 2 de octubre de 1942, sus padres se trasladaron a Carrizal de Ingenio, pueblo en el que vivió hasta los dos años. Juan fue el segundo de nueve hermanos. Justo a esa edad su salud mermó por una bronquitis, y sus padres, al verle tan enfermo,  decidieron trasladarle a la capital para ser atendido por un médico al que ya conocían, D. Juan Medina. A partir de ese momento, y sabiendo que el clima de Las Palmas de G.C. era lo mejor para el niño, quedó al cuidado de sus tíos, D. José González Gil (Pepito) y Dª Flora Guedes Guedes (Tata), padrinos a la vez de Juanito, quienes ejercieron de padres hasta el final de su vida. Juan Guedes explicaba a menudo, y con inmenso orgullo, cómo su padrino, que trabajaba para Los Betancores, empresa dedicada principalmente a la agricultura, improvisó para los primeros días una cuna para él: una caja de plátanos que rellenó con mantas para hacerla mullida. 


Pepito y Tata


El matrimonio de Juan Guedes y Georgina Ojeda duró pocos años. Se casaron muy jóvenes, siendo aún unos chiquillos de diecinueve y dieciocho años. De él nacieron Juan y Javier. Tres años tenía el primero y nueve meses el segundo cuando el futbolista falleció sin haber cumplido los veintinueve. Iker y Marta son los dos nietos del jugador; la nieta, una adolescente a la que le apasiona el fútbol, habla de su abuelo como si le hubiese conocido. El amor y la dedicación de Pepito y Tata, excelentes personas con las que Guedes se educó y a quienes consideraba sus padres, fueron después de su muerte una protección extra, el apoyo moral, un referente amoroso y el mejor legado para sus dos hijos; aunque más el padrino que hizo las veces de padre de los niños, apoyando a la madre, una joven viuda de veintiséis años.

El matrimonio y sus dos hijos, Juan y Javier


Georgina define a su marido como un cacho de pan. Recordaba, con cierto gesto de complicidad, aquel día en el que Juan Guedes, al regresar de un entrenamiento en el Insular con Luis Molowny, llevó a dos individuos en su coche y lo aparcó frente a su puerta. No se atrevió a entrar con ellos, por lo que llamó a su mujer para que saliera afuera y contarle lo que sucedía. Los dos hombres, nacidos en Valladolid y aficionados al fútbol, habían cumplido una condena de dos años en la antigua cárcel de Barranco Seco. Una vez en libertad acudieron a las puertas del estadio para pedir ayuda económica a algún jugador; tenían que desplazarse hasta el aeropuerto de Gando y luego viajar a Madrid, pero no tenían con qué. El primero en salir por una de las puertas del viejo estadio fue Guedes, y les atendió hasta el punto de llevarles a su casa. Una vez allí sopesó con su mujer el hecho de darles algún dinerillo. Los ex presidiarios se fueron con mil pesetas en sus bolsillos, y muy contentos. Ella guarda todavía entre tantos recuerdos, recortes de prensa y fotos, el telegrama de aquellos dos vallisoletanos agradecidos, transmitiéndole su pesar por la triste noticia.

Georgina con uno de los trofeos


Juan Guedes recogiendo un trofeo


Juan Guedes Jr. con un retrato de su padre pintado por Julio Viera


Juanito era un niño como la mayoría: inquieto y mataperro. Solía esconder los calcetines de Pepito y los ovillaba para jugar con ellos al fútbol, su gran vicio. Vivió su niñez disfrutando como cualquier chiquillo, forjando amistades, como todos. Los compañeros del equipo, amigos de verdad, quedaron conmocionados ante la muerte de “El Mariscal”, especialmente Ernesto Aparicio y Tonono, al que llamaba “mi hermano”. "El Capi” no se despegó de él durante el último mes, cuidándole en la enfermedad que no tuvo clemencia con su vida. Georgina no cesará de agradecerle su enorme generosidad. Fue un aliento constante en esas duras semanas.

Juanito en el colegio de Los Paules


La tarde que pasé con la familia me regaló un momento precioso, hasta el punto de saltárseme las lágrimas, y no me avergüenza confesarlo. El clima afectivo, tras varias horas de charla sobre el que fuera marido, padre y futbolista, crecía progresivamente con la emoción. Pero llegó a lo máximo cuando me mostraron, y luego me permitieron fotografiar, la camiseta con la que debutó Guedes.

La primera y la última camiseta del jugador
Es una auténtica pieza de museo, muy hermosa; más alargada de lo normal, hecha ex profeso para el oblongo jugador. El número 6, cortado sobre un cuero sintético de color azul intenso, y reforzado en el dorso por una costura hecha a máquina por su suegra, permanece intacto. El algodón es algo tosco al tacto; el color amarillo, desteñido por las numerosas lavadas, le confiere un halo especial, el que rodea a todo aquello que es mítico. Los puños, algo grises, emperrados por el uso, guardan una parte de la historia de la UD, club en el que debutó en Ceuta el 23 de abril de 1962. Mirando esos puños se puede entender cómo era el fútbol de entonces: austero, sobrio; de cuando una camiseta se usaba durante años hasta ser repuesta; un deporte acorde a esos tiempos en los que no se manejaban cantidades desorbitadas de dinero; tiempos en los que, aunque estrellas del deporte, eran personas cercanas y respetuosas con los seguidores y periodistas, y no existían los chanchullos que se conocen hoy, y de haberlos, debieron ser menos sonoros.

Marta mostrando orgullosa la camiseta roja de su abuelo

Acariciar esa camiseta de color amarillo pálido, tocar la roja de la selección y la última con la que jugó en el campo de Sarriá un mes antes de fallecer, fue un verdadero privilegio para mí. A lo largo de estos cinco años, y por mi blog, he vivido momentos muy bonitos; he conocido a personas generosas y confiadas que pusieron en mis manos informaciones y secretos de familia que jamás desvelaré. Siempre me abrieron sus puertas y me trataron con mucho cariño, por lo que siento un profundo agradecimiento hacia todos. En esta ocasión no será menos (gracias, Giorgi, Juan, Marta); pero he de añadir que nada relacionado con el fútbol, ni siquiera el reciente ascenso, me ha emocionado tanto como tener en mis manos esa camiseta, la camiseta de un grande, de un mito del fútbol internacional. Es esa misma con la que el mariscal de campo daba aquellos pases magistrales en diagonal; la de un malabarista del balón, la de un jugador de la Unión Deportiva Las Palmas que sabía siempre hacia qué compañero debía enviar la pelota. Es la encandilada por los focos de tantos estadios emblemáticos; la que recibió tremendos aplausos, la del esfuerzo, la de las muchas victorias, la de las dolorosas derrotas... Es la de aquel futbolista que nos dejó su impronta, que nos deleitó con su clase y manera de hacer fútbol, por lo que en dos temporadas consecutivas, 67/68 y 68/69, recibió el trofeo al mejor jugador de la liga española. Es la de un hombre que se fue raudo, casi sin avisar, siendo muy joven, un marido enamorado y padre reciente, un gran amigo, que después de cuarenta y cuatro años de ausencia se le sigue recordando con amor, admiración y respeto. No es otra que la camiseta de nuestro JUAN GUEDES.





8 comentarios:

  1. Precioso reportaje Malena!!!! Enhorabuena querida amiga.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Víctor. Un abrazo, y permíteme que esta vez sea de color amarillo...

      Eliminar
  2. me ha encantado esta entrada nueva del blog.Guedes fue muy querido por mi padre, como sabes el era cronista deportivo de la revista Marca, y tenia muchos contactos con los jugadores. un abrazo fuerte Malena y gracias por deleitarnos con tus maravillosos estudios.

    ResponderEliminar
  3. Muchas gracias, Mercedes. No sabía que D. Ramón Mariño era cronista deportivo de Marca. Ha sido una bonita sorpresa. Guedes, excelente persona, fue un hombre muy querido por la gente, y tu padre tuvo que disfrutar mucho haciendo sus crónicas. Un abrazo grande, amiga.

    ResponderEliminar
  4. Nunca entendí mucho de futbol, lo que si es cierto que recuerdo en alguna ocasión haber visto a Juanito y una vez con una amiga Maribel y Juan c. el que más adelante sería el padrino de mi hijo, me llevaron al estadio insular y allí sin ser una forofa del deporte rey, disfrute de lo lindo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es un deporte que se disfruta mucho. Gracias por tu entrañable comentario, Aída. Un saludo.

      Eliminar
  5. hoy tuve la maravillosa suerte de conocer a su viuda y sus dos hijos y lo que sentí no tiene explicación: Ante ella me rendí por su sencillez y dulzura, una mujer extraordinaria.

    ResponderEliminar
  6. Totalmente de acuerdo contigo, Aída. Un saludo.

    ResponderEliminar