Marta, nieta de Juan Guedes, con su foto preferida |
Atravesar
el umbral de esa puerta y pisar el suelo de esa casa me produjo una
emoción sin parangón. En ella, donde ahora vive su hijo mayor, lo hizo, durante muchos años y hasta el día de su fallecimiento, el
jugador de la UD Las Palmas Juan Guedes Rodríguez. Su mujer,
Georgina, y su hijo Juan, me abrieron una tarde sus corazones para mostrarme
cómo era aquel hombre de buen ver, espigado (1,87 metros) y de
serena sonrisa. Me hablaron de los derroteros que marcaron su corta
vida. Juntos vibramos recordándole, y coincidimos, ellos una vez más,
en la admiración por un jugador excepcional. En contra de lo
que hasta ahora habíamos creído, y esto es algo que ellos deseaban
aclarar, Juan Guedes no nació en El Carrizal sino en la calle Pedro
Infinito, núm. 3, en el barrio capitalino de Schamann, y la fecha de
su óbito fue el 8 de marzo de 1971, y no el nueve como reza en todas
partes; así lo señala el certificado de defunción.
Al
poco tiempo de su nacimiento, 2 de octubre de 1942, sus padres se
trasladaron a Carrizal de Ingenio, pueblo en el que vivió hasta
los dos años. Juan fue el segundo de nueve hermanos. Justo a esa
edad su salud mermó por una bronquitis, y sus padres, al verle tan enfermo, decidieron trasladarle a la capital para ser atendido por un
médico al que ya conocían, D. Juan Medina. A partir de ese momento,
y sabiendo que el clima de Las Palmas de G.C. era lo mejor para el
niño, quedó al cuidado de sus tíos, D. José González Gil
(Pepito) y Dª Flora Guedes Guedes (Tata), padrinos a la vez de
Juanito, quienes ejercieron de padres hasta el final de su vida. Juan
Guedes explicaba a menudo, y con inmenso orgullo, cómo su padrino,
que trabajaba para Los Betancores, empresa dedicada principalmente a
la agricultura, improvisó para los primeros días una cuna para él:
una caja de plátanos que rellenó con mantas para hacerla mullida.
Pepito y Tata |
El
matrimonio de Juan Guedes y Georgina Ojeda duró pocos años. Se
casaron muy jóvenes, siendo aún unos chiquillos de diecinueve y
dieciocho años. De él nacieron Juan y Javier. Tres años tenía el
primero y nueve meses el segundo cuando el futbolista falleció sin
haber cumplido los veintinueve. Iker y Marta son los dos nietos del
jugador; la nieta, una adolescente a la que le apasiona el fútbol,
habla de su abuelo como si le hubiese conocido. El amor y la
dedicación de Pepito y Tata, excelentes personas con las que
Guedes se educó y a quienes consideraba sus padres, fueron después
de su muerte una protección extra, el apoyo moral, un referente
amoroso y el mejor legado para sus dos hijos; aunque más el padrino que
hizo las veces de padre de los niños, apoyando a la madre, una joven
viuda de veintiséis años.
El matrimonio y sus dos hijos, Juan y Javier |
Georgina
define a su marido como un cacho de
pan. Recordaba,
con cierto gesto de complicidad, aquel día en el que Juan Guedes, al
regresar de un entrenamiento en el Insular con Luis Molowny, llevó a
dos individuos en su coche y lo aparcó frente a su puerta. No se
atrevió a entrar con ellos, por lo que llamó a su mujer para que
saliera afuera y contarle lo que sucedía. Los dos hombres, nacidos
en Valladolid y aficionados al fútbol, habían cumplido una condena
de dos años en la antigua cárcel de Barranco Seco. Una vez en
libertad acudieron a las puertas del estadio para pedir ayuda
económica a algún jugador; tenían que desplazarse hasta el
aeropuerto de Gando y luego viajar a Madrid, pero no tenían con qué.
El primero en salir por una de las puertas del viejo estadio fue
Guedes, y les atendió hasta el punto de llevarles a su casa. Una vez
allí sopesó con su mujer el hecho de darles algún dinerillo. Los
ex presidiarios se fueron con mil pesetas en sus bolsillos, y muy
contentos. Ella guarda todavía entre tantos recuerdos, recortes de
prensa y fotos, el telegrama de aquellos dos vallisoletanos
agradecidos, transmitiéndole su pesar por la triste noticia.
Georgina con uno de los trofeos |
Juan Guedes recogiendo un trofeo |
Juanito
era un niño como la mayoría: inquieto y mataperro. Solía esconder
los calcetines de Pepito y los ovillaba para jugar con ellos al
fútbol, su gran vicio.
Vivió su niñez disfrutando como cualquier chiquillo, forjando
amistades, como todos. Los compañeros del equipo, amigos de verdad,
quedaron conmocionados ante la muerte de “El Mariscal”,
especialmente Ernesto Aparicio y Tonono, al que llamaba “mi
hermano”. "El Capi” no se despegó de él durante el último
mes, cuidándole en la enfermedad que no tuvo clemencia con su vida.
Georgina no cesará de agradecerle su enorme generosidad. Fue un
aliento constante en esas duras semanas.
Juanito en el colegio de Los Paules |
La
tarde que pasé con la familia me regaló un momento precioso, hasta
el punto de saltárseme las lágrimas, y no me avergüenza
confesarlo. El clima afectivo, tras varias horas de charla sobre el
que fuera marido, padre y futbolista, crecía progresivamente con la
emoción. Pero llegó a lo máximo cuando me mostraron, y luego me
permitieron fotografiar, la camiseta con la que debutó Guedes.
La primera y la última camiseta del jugador |
Es
una auténtica pieza de museo, muy hermosa; más alargada de lo
normal, hecha ex profeso para el oblongo jugador. El número 6,
cortado sobre un cuero sintético de color azul intenso, y reforzado
en el dorso por una costura hecha a máquina por su suegra, permanece
intacto. El algodón es algo tosco al tacto; el color amarillo,
desteñido por las numerosas lavadas, le confiere un halo especial,
el que rodea a todo aquello que es mítico. Los puños, algo grises,
emperrados por el uso, guardan una parte de la historia de la UD,
club en el que debutó en Ceuta el 23 de abril de 1962. Mirando esos puños se puede entender cómo era el fútbol de entonces:
austero, sobrio; de cuando una camiseta se usaba durante años hasta
ser repuesta; un deporte acorde a esos tiempos en los que no se
manejaban cantidades desorbitadas de dinero; tiempos en los que,
aunque estrellas del deporte, eran personas cercanas y respetuosas
con los seguidores y periodistas, y no existían los chanchullos que
se conocen hoy, y de haberlos, debieron ser menos sonoros.
Marta mostrando orgullosa la camiseta roja de su abuelo |
Acariciar
esa camiseta de color amarillo pálido, tocar la roja de la selección
y la última con la que jugó en el campo de Sarriá un mes antes de
fallecer, fue un verdadero privilegio para mí. A lo largo de estos
cinco años, y por mi blog, he vivido momentos muy bonitos; he
conocido a personas generosas y confiadas que pusieron en mis manos
informaciones y secretos de familia que jamás desvelaré. Siempre me
abrieron sus puertas y me trataron con mucho cariño, por lo que
siento un profundo agradecimiento hacia todos. En esta ocasión no
será menos (gracias, Giorgi, Juan, Marta); pero he de añadir que
nada relacionado con el fútbol, ni siquiera el reciente ascenso, me
ha emocionado tanto como tener en mis manos esa camiseta, la camiseta
de un grande, de un mito del fútbol internacional. Es esa misma con
la que el mariscal de campo daba aquellos pases magistrales en
diagonal; la de un malabarista del balón, la de un jugador de la
Unión Deportiva Las Palmas que sabía siempre hacia qué compañero
debía enviar la pelota. Es la encandilada por los focos de tantos
estadios emblemáticos; la que recibió tremendos aplausos,
la del esfuerzo, la de las muchas victorias, la de las dolorosas
derrotas... Es la de aquel futbolista que nos dejó su impronta, que
nos deleitó con su clase y manera de hacer fútbol, por lo que en
dos temporadas consecutivas, 67/68 y 68/69, recibió el trofeo al mejor
jugador de la liga española. Es la de un hombre que se fue raudo,
casi sin avisar, siendo muy joven, un marido enamorado y padre
reciente, un gran amigo, que después de cuarenta y cuatro años de
ausencia se le sigue recordando con amor, admiración y respeto. No
es otra que la camiseta de nuestro JUAN GUEDES.
Precioso reportaje Malena!!!! Enhorabuena querida amiga.
ResponderEliminarMuchas gracias, Víctor. Un abrazo, y permíteme que esta vez sea de color amarillo...
Eliminarme ha encantado esta entrada nueva del blog.Guedes fue muy querido por mi padre, como sabes el era cronista deportivo de la revista Marca, y tenia muchos contactos con los jugadores. un abrazo fuerte Malena y gracias por deleitarnos con tus maravillosos estudios.
ResponderEliminarMuchas gracias, Mercedes. No sabía que D. Ramón Mariño era cronista deportivo de Marca. Ha sido una bonita sorpresa. Guedes, excelente persona, fue un hombre muy querido por la gente, y tu padre tuvo que disfrutar mucho haciendo sus crónicas. Un abrazo grande, amiga.
ResponderEliminarNunca entendí mucho de futbol, lo que si es cierto que recuerdo en alguna ocasión haber visto a Juanito y una vez con una amiga Maribel y Juan c. el que más adelante sería el padrino de mi hijo, me llevaron al estadio insular y allí sin ser una forofa del deporte rey, disfrute de lo lindo.
ResponderEliminarEs un deporte que se disfruta mucho. Gracias por tu entrañable comentario, Aída. Un saludo.
Eliminarhoy tuve la maravillosa suerte de conocer a su viuda y sus dos hijos y lo que sentí no tiene explicación: Ante ella me rendí por su sencillez y dulzura, una mujer extraordinaria.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo contigo, Aída. Un saludo.
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