Un blog de Malena Millares

lunes, 22 de junio de 2015

¡EN PRIMERA!



Había que creerlo, era una cuestión de fe. Amalio me dijo que iría al Roque Nublo, Araceli a caminar por la avenida marítima, y Daniel a la playa hasta que el sol bajara. Ninguno de ellos, como tantos otros, querían tener un percance de salud. El denominador común era evitar una subida de tensión o cualquier patatús. La Unión Deportiva se jugaba mucho. Lo del pasado año tenía que ser enterrado para siempre; la vida nos debía algo hermoso, y lo bueno estaba por llegar.

Había que marcar dos goles y no encajar ninguno del Zaragoza. Antes de que comenzara el partido, incluso antes de que nuestros jugadores hicieran el calentamiento, el Estadio Gran Canaria en peso era un clamor: “Sí se puede, sí se puede”. ¡Y se pudo! A pesar de la ventaja que traía el equipo maño (3-1) nada estaba escrito todavía. Noventa minutos podían cambiar la historia de dos clubes: uno quedaría donde estaba y el otro ascendería. Un amigo me hizo ver, y tenía razón, que a nosotros nos tocaba ayer ser el Zaragoza, el que remontó un resultado adverso ante el Girona, y así fue.

Había que mantener una corriente de pensamiento positivo, y eso también se logró. En los días previos, todos los aficionados colmamos las redes sociales de ilusión, amor, respeto y lealtad por la Unión Deportiva Las Palmas, el equipo que ya está de vuelta en Primera División. Si en el primer gol nos abrazamos con inmensa alegría, en el segundo lo hicimos con los ojos llenos de lágrimas. Estaba ahí, el ascenso lo teníamos al alcance de la mano; era cuestión nuevamente de confianza, de ahuyentar el fantasma del pasado año en los minutos que quedaban hasta el pitido final. 

¡Cuánta emoción! Lo mejor ya había llegado. Todos nos abrazábamos pletóricos, algunos llorábamos como chiquillos. Yo me vi en medio de cuatro hombres como cuatro roperos que casi me asfixian, pero nada importaba, éramos de Primera, nuestro equipo lo había conseguido. 

Miles de personas que no viven en el archipiélago, pero que siguen a la UD sin fisuras, y canarios que trabajan en diversos rincones del mundo, vivieron este partido con la misma emoción que todos los habitantes de Gran Canaria, y me consta. Las llamadas y mensajes de felicitaciones no cesan. Esto es tan bonito...  

Entre todos lo logramos. La afición fue el mejor fichaje de este año; su comportamiento en el antes, el durante y después de la hazaña, y en toda la temporada, ha sido ejemplar. Aprendimos de algo muy chungo que afortunadamente quedó atrás. Las peñas, todas, han sido fundamentales para la consecución del objetivo inicial. La directiva, a la sombra y sin alharacas, algo a lo que no estábamos acostumbrados en etapas anteriores, y que particularmente agradezco, ha hecho un trabajo ímprobo que no siempre ha sido reconocido. Los jugadores, amén de poner toda la carne en el asador, jugaron con la cabeza fría, la mayor premisa del entrenador. Ellos y nosotros, nosotros y ellos, nos llevamos en volandas durante varios días. No hay que olvidar que todo empezó en el aeropuerto aquella madrugada cuando medio millar de aficionados recibieron al equipo a su regreso de la península tras una derrota nada halagüeña, pero confiando en lo que ya es una realidad. Allí, Paco Herrera, sorprendió a todos vaticinando: “Nos veremos en la guagua”. Y en la guagua, en la plaza y en el parque nos vimos. Algunos cambiamos el Pío, pío, por un fuerte Quiquiriquí, de puro gallo. 

Este blog, como los de mis tres compañeros, después de cinco años de andadura, también está en primera, y no saben cómo me alegra... Mi abrazo enorme a todos.




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