Si la UD Las Palmas salió
de Gran Canaria con la calima sobre sus hombros, me queda claro que
esta tarde en el Molinón, frente al Sporting de Gijón, desde el
minuto 1 hasta el 45 de la primera parte se sacudió el polvo con
fuste. Ninguno de los dos equipos logró marcar, pero ofrecieron,
desde mi punto de vista, un fútbol notable y competitivo por lo que
ambos se estaban jugando, y siempre es de agradecer para el
espectador esta puesta en escena. Con un empate a cero se fueron al
descanso. Todo hacía presagiar que alguna genialidad o una jugada a
balón parado definiría el encuentro; no
olvidemos que se medían dos clubes con marchamo de Primera.
Llegó la segunda parte y
la intensidad fue la misma. La garra de asturianos y canarios era
palpable en cada jugada. En el minuto 64 el árbitro pitó un penalti en contra de la UD, por empujón de
David García (1-0). No suelo juzgar si lo es o no; por hacer
un símil es como si alguien con un simple catarro te dice que está
con neumonía. Empujones y agarrones del mismo calibre hay en
todos los partidos, y no suele pitarse la pena máxima, pero esta
tarde tocó... Afortunadamente, y tras una falta que saca Nauzet en el minuto 72, llegó el gol de Aythami Artiles que supuso el empate
definitivo (1-1).
En la memoria de este partido me quedo con el bonito remate de
cabeza de Vicente, aunque no fuera gol, un jugador que tiene madera de delantero; también con la salida
de Ortuño, que dio confianza al equipo en el área rival los
últimos 20 minutos, y con la entrega y buen criterio generalizado de la UD Las Palmas.
La UD sigue siendo líder de la categoría por
golaveraje, empatada a puntos con el próximo rival en casa, el Real Betis. Pero el colchón ha adelgazado al máximo, y no es mi deseo que salgan llagas. El domingo habrá que sacar los tres puntos,
principalmente para establecer diferencias, aunque, si no fuera así, no
debe cundir el pánico, queda un mundo.
¡Arriba d'ellos!
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