Tuve la suerte de encontrarme hace unas semanas con José Luis Hernández (JOSÉ LUIS), lateral izquierdo con el dorsal número 3, quien defendió los colores de la UD Las Palmas junto a jugadores como Guedes, Tonono, Aparicio, Oregui, Ulacia, Vegazo, Torrent...
Nos vimos de manera casual y no pude resistirme y sentarme
un rato junto a él para pedirle que me contara cosas de su vida, de
sus años y de sus anécdotas alrededor de nuestra entidad amarilla.
El pasado septiembre tuvimos la ocasión de estar juntos viendo un
partido de Las Palmas en el nuevo estadio; me sorprendió su forma de
ser, muy sincero y directo, pero esta vez tuve el placer de
escucharle de manera distendida, anticipándole que lo que me contase
lo iba a compartir con ustedes en el blog.
En
el mes de noviembre de 1960 llegó a Gran Canaria para hacer el
servicio militar y, posteriormente, fue fichado por varios clubes de
fútbol: San Cristóbal, Aficionado de Las Palmas, y Artesano, equipo
del cual provino antes de entrar en la UD Las Palmas, donde permaneció nueve temporadas. Entró en la entidad en Segunda División en 1962, siendo el míster Vicente Dauder. Más tarde,
Ochoa, Molowny y Hector Rial, fueron otros de sus entrenadores.
Al
preguntarle cómo se definía como jugador, fue contundente: “Viril
y expeditivo; duro, pero no patero; trabajador, un peón
disciplinado”. Recuerda bien las palabras de Luis Molowny: “No
intentes hacer lo que hace Germán, sino tu trabajo, porque si te
meten un gol te vas al banquillo. Un edificio se hace con arquitectos
y peones, y tú eres un peón”.
Durante los años que estuvo en la entidad amarilla fueron muchos los jugadores que quisieron correr suerte en otros equipos de la península, pero se aplicaba lo que se denomina “derecho de retención". El club subía un 10% la ficha de los futbolistas y ya no se iban, quedaban “retenidos”.
Durante los años que estuvo en la entidad amarilla fueron muchos los jugadores que quisieron correr suerte en otros equipos de la península, pero se aplicaba lo que se denomina “derecho de retención". El club subía un 10% la ficha de los futbolistas y ya no se iban, quedaban “retenidos”.
Solamente
Oregui y José Luis eran los peninsulares del grupo, los demás eran
canarios. Por eso opina que será muy difícil conseguir un
once como el de entonces, ya que en el fútbol actual lo que se
estila es la compra-venta de jugadores, sin retención de los
canteranos, de los cuales, afirma, siempre salen buenos elementos, y
muchas veces un equipo se refuerza con hombres con lesiones
solapadas que quitan hueco a la cantera.
Por aquellos tiempos el F.C. Barcelona estuvo detrás de algunas de nuestras
figuras canarias; el Real Madrid quiso a Tonono y el Atlético de
Madrid a Germán. José Luis comenta, con mucha gracia, que nadie se interesaba por él, por eso García Panasco estaba totalmente tranquilo, porque nunca fue tentado.
A
lo largo de su carrera metió cuatro goles. Antes de un partido
contra el Recreativo de Huelva, el presidente de la entidad andaluza,
J.L. Martín Berrocal, había prometido a sus jugadores que premiaría
a los goleadores con un jamón serrano. Se dio la circunstancia, sin
embargo, de que fue nuestro defensa quien marcó en propia puerta. Al
enterarse de lo prometido, llamó a Berrocal para que saldase su
deuda con él. Quince días más tarde recibió en su casa el
preciado jamón.
En Canarias, en aquella época, había puerto franco (libre de
impuestos), por lo que a los jugadores residentes en las islas les hacían encargos cuando viajaban a la península. Ufarte, del
Atlético de Madrid, le pidió una vez a José Luis que le llevase un
transistor con FM. Ambos se iban a enfrentar en el antiguo
Metropolitano de Madrid; al empezar el partido, habían ya acordado
que la radio se la vendería por mil quinientas pesetas. En un lance
del encuentro, el defensa canario le dio una fuerte patada al balón
para despejarlo, pero fue hacia la pierna del rojiblanco dejándolo tirado en el césped. José Luis, preocupado por el daño
ocasionado y temiendo el enfado de Ufarte, le dijo: “¿Qué? ¿Sigue
en pie lo del transistor?” A lo que él respondió: “Sí, pero la
próxima vez no me des tan fuerte”.
En
otra ocasión en la que nos enfrentábamos con el Deportivo de La
Coruña, en Riazor, detrás de una de las porterías había un
descampado, es decir, no había gradas ni nada por el estilo. Cuando
el balón salía desviado por la línea de fondo se perdía a lo
lejos y había que ir a buscarlo, pues no era como hoy que enseguida
aparece otro balón. Esta vez, nuestro avispado jugador consiguió
pactar, en lo que se iba a buscar la pelota para el saque de esquina, la
venta de nada menos que ocho impermeables de plástico a los
fotógrafos allí sentados, y todo ello con la negociación
pertinente sobre el precio.
No
pude evitar, mientras lo relataba, pensar en lo atrevidos y
ocurrentes que eran los futbolistas por aquel entonces. En Alicante,
concentrada Las Palmas en un hotel el día antes de un partido, él,
junto a otros jugadores, llamaron por teléfono al Dr. Emilio Tomé al que apodaban “el gran viejo pulpo”, apodo bien aceptado por el médico del equipo. Se hicieron pasar por locutores de
una emisora alicantina, preguntándole durante un gran rato por el
estado y las lesiones posibles de los futbolistas amarillos,
intentando sonsacarle cualquier información. D. Emilio,
apurado, les respondía que no podía desvelar nada porque el
entrenador no lo permitía, pero no evitó que se le escapase 'alguna cosilla' sobre los jugadores, puntualizando siempre que el
ánimo de los muchachos estaba intacto. Grabaron la conversación en un
magnetofón de los antiguos, y cuando colgaron el teléfono, al unísono dijeron: “Esta ha sido la entrevista al gran viejo
pulpo”, frase que quedó grabada en el viejo aparato. A la hora de
la cena, invitaron a Molowny a escuchar la entrevista que una
emisora de radio alicantina le había hecho al Dr. Tomé. Todos estaban atentos; el entrenador, a medida que avanzaba la
grabación, reprochaba al médico el haber desvelado algunas cuestiones internas del equipo. Los jugadores
implicados esperaban inquietos el final; cuando el resto de la
expedición escuchó lo del “gran viejo pulpo” comenzaron a reír a carcajada tendida. García Panasco, Molowny y el Dr. Tomé, se
sintieron aliviados.
Muchas
anécdotas tiene José Luis Hernández por contar acerca de su
carrera deportiva y su experiencia vital. De ahí que lleve ocho
meses en la ardua tarea de escribir sus memorias. Tras cincuenta años
viviendo en Gran Canaria, él y su guapa y simpática mujer, Minuca,
han decidido que es tiempo de cambiar de aires y trasladarse a la península.
Él
sabe, y de eso no tiene duda, que aquí tiene amigos desde hace
muchos años, que siempre se le recordará con
inmenso cariño. Este
entrañable matrimonio ha de saber también que en Gran Canaria tiene una amiga más.
Largo y tendido . Pero muy interesante..
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