Un blog de Malena Millares

sábado, 4 de diciembre de 2010

UNA PASIÓN LLAMADA FÚTBOL

Hace ya tiempo que mi afición por el fútbol dejó de ser algo esporádico en mi vida para convertirse en una auténtica pasión . Esos seres maravillosos que son los verdaderos amigos, personas que nos aceptan tal cual somos y respetan nuestras decisiones aunque no compartan algunas de ellas, solían llamarme la mayoría de los sábados con la intención de vernos y pasar un rato juntos. Una tarde de fútbol, preparándome para ir al Estadio Insular, recibí una llamada telefónica. Era una amiga sugiriéndome que saliésemos esa noche, pero mi negativa fue inmediata, espetándole “ que va, imposible, tenemos fútbol”. Su respuesta no se hizo esperar: "vaya rollo que tienes siempre con el dichoso fútbol , cómo te puede gustar ver a unos tíos corriendo detrás de una pelota, ¡que aburrimiento! nunca he visto algo tan estúpido" . No era la primera ni la última vez que alguien me reprobaba por dejar de acudir a una reunión de amigos, o peor aún por pasar olímpicamente de algún evento social como una boda y todo ello por ser fiel a mi afición. Estos reproches se repitieron en sucesivas ocasiones hasta que todos a mi alrededor se convencieron de que por más que lo intentasen nada había que hacer. En la actualidad antes de planear algo me preguntan ¿hay fútbol el sábado? Ya han aprendido.

Recientemente, con motivo de la presentación de la nueva página web de la Unión Deportiva Las Palmas, tuve ocasión de hablar con una de las personas más emblemáticas de nuestro club, Juani Castillo. Tocamos a vuelapluma temas variopintos relacionados con la propia vida, la cual hace unos años le propinó un duro revés, del que nuestro ex-jugador y entrenador ha salido adelante gracias a su fuerza y su admirable carácter. Surgió, cómo no, nuestro tema preferido, el fútbol. Tratamos algunos aspectos de este deporte y a medida que conversábamos Juani iba hurgando en la esencia del mismo. Recuerdo que me hizo esta observación “el balón es el protagonista del juego, no se mete con nadie, todos le damos patadas y sigue siendo el más noble”. Después de un buen rato de charla al despedirnos me dijo: Para mí el fútbol tiene que ser jugado con inteligencia, cuanta más se le ponga, mayor afición creará. Este encuentro me hizo reflexionar de nuevo sobre lo apasionante que es este deporte.
Las distintas disciplinas deportivas que compiten, se elaboran a base de estrategia, organización, preparación física, estudio del rival, concentración... y un largo etcétera. Pero en el llamado deporte rey, el fútbol, todo esto se eleva a la enésima potencia. Entran en juego muchas cosas, por ejemplo: la capacidad intelectual y psicológica del entrenador y su cuerpo técnico, que atendiendo con destreza cualquier lance de un partido, debe tomar una decisión u otra en un abrir y cerrar de ojos y todo ello por el bien del colectivo; su trabajo cotidiano, tratando de llevar a los jugadores al máximo nivel de rendimiento, sorteando un sinfín de dificultades a lo largo de las semanas, cuyo colofón ha de ser la elección acertada de los futbolistas que deberán participar en la siguiente jornada. El estudio exhaustivo del rival que obliga a continuos cambios tácticos de juego. Está el propio jugador que, a pesar de que se le marquen unas directrices, en ciertos momentos tendrá que ser él mismo, demostrando lo que sabe y poniendo al descubierto todo su talento, debiendo elegir en décimas de segundo mientras conduce el balón, qué hacer con el, si fintar, dar un pase en corto o largo al compañero, si sortear al rival con un sombrero, la cola de vaca o una rabona, zafarse del contrincante con una magistral bicicleta o simplemente chutar a bote pronto y todo ello deberá ejecutarlo con la mente puesta en un trabajo de grupo, pues el objetivo final de el equipo será lograr la victoria. Si entrenar a un deportista de élite y conseguir de él un rendimiento óptimo ya es una tarea ardua, deberemos entender la dificultad añadida que tiene un técnico de fútbol para guiar a once personas. Son los futbolistas, cuando se logra que militen en conjunto, unos verdaderos artistas jugando sin balón, pues la contemplación de las lineas en movimiento sobre el césped, es un verdadero estímulo para el pensamiento y la imaginación. En toda esta puesta en escena hay una figura que no se puede obviar, la del trío arbitral, esos jueces que cuando imparten justicia no siempre lo harán con el agrado de todos. Los aciertos y errores en los arbitrajes son acciones a tener en cuenta en el devenir de la competición, que sumadas a la inercia que lleve un equipo “ayudan” a que este se sitúe en mejor o peor posición clasificatoria. De ellos también depende, y mucho, el engranaje de esta máquina, que cuando funciona enardece a las masas. Si la belleza es una característica de algo, con la que te recreas contemplándola, entonces el fútbol es espectacularmente bello. Dice Johan Cruyff que “es diferente al resto de los deportes porque admite a todos en su seno: altos y bajos, fuertes y delgados, lentos y rápidos...”. Se ha escrito también que “es una especie de religión sin Dios, con multitud de profetas”.

Algo tendrá este deporte que es capaz de lograr que la gente se abrace sin conocerse e incluso que se enfrente por sus diferencias, que un sentimiento de masas se convierta en una seña de identidad, que a su alrededor todo se dinamice, que hasta se rece por el, pero lo más grande del fútbol es que, en ocasiones de gala, tiene la potestad de paralizar a medio mundo. Me gustaría, amiga mía, que te dieses la oportunidad de vivir en directo un partido, que fueras sin prejuicios a presenciar un hermoso espectáculo, que vieses algo más que a unos tíos pateando una pelota, que valoraras el trabajo y la entrega por un escudo, y sobre todo que te entregases a un entusiasmo contagioso sin sentir rubor por lo que contemplaras o escuchases a tu alrededor. Sería un gran paso para entenderme, pero sobre todo te convencerías de que el fútbol no tiene pinta alguna de ser algo estúpido.

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