Un blog de Malena Millares

jueves, 16 de septiembre de 2010

COMIENZOS

Cuando escarbo en mi pasado, en mis recuerdos, percibo nuevamente esa felicidad que de niña sentía al despertar. Todo a mi alrededor tenía una luz especial, posiblemente la que te brinda la inconsciencia, el no tener responsabilidades, el tenerlo casi todo hecho. Sólo una obligación: ir al colegio y estudiar.

La casa en la que vivía estaba ubicada en Ciudad Jardín, casi lindando con el barrio de Alcaravaneras, muy cercana al Estadio Insular, mi venerado y querido estadio. Recuerdo una noche, cuando empezaba a tener uso de razón,  en la que mi padre abrió la puerta de casa y, como si de un huracán se tratara, entró cantando algo muy alegre que con el tiempo aprendí a entonar, el "Riqui raca...". Cuánto me gustó aquella vivencia, cuánta alegría flotaba en el ambiente; mi padre gritaba: ¡ganamos, ganamos! y otra vez el "Riqui raca" y la algarabía reinando entre las cuatro paredes. Esto sucedió en más de una ocasión. Yo sabía que cuando llegaba el fin de semana a veces ocurrían cosas que me llenaban de emoción.

Pero hubo una vez en la  que algo cambió. Aquella jornada fue todo muy diferente. Él entró cabizbajo y con un humor de perros. No estaba solo, su gran amigo, Pepe, le acompañaba. No hacían más que rezongar y decir palabrotas, las cuales tenía totalmente prohibidas pronunciar. Días después, conversando mi madre con su amiga del alma, Elsa, la mujer de Pepe, se quejaban de lo insoportables que se ponían sus maridos cuando perdía Las Palmas. Transcurrían los meses y cada vez que había fútbol yo esperaba el regreso de mi padre; su reacción me decía qué había acontecido en el partido.

En la parte posterior de casa, en un patio muy luminoso, estaba una tarde entretenida con mis juguetes cuando, sin esperarlo, oí un sonido humano impresionante, miles de almas gritando:¡GOOOOL! Ese “aparato eléctrico”, pues así lo comparé, duró segundos en el tiempo, pero fue más que suficiente para entrar por mis tímpanos y llegar hasta la médula. Quedé inmóvil, como si me hipnotizaran. Siendo tan niña sentí, en aquel instante, que algo muy grande, algo que no podía calibrar entraba en mis entrañas. Jamás aquello salió de mí. Puedo afirmar con certeza que ese día me cautivó la UNION DEPORTIVA LAS PALMAS.

Ahora sufro y me alegro con el equipo, igual que mi padre; cuando considero que no juega bien o el árbitro es injusto, ya nada me impide decir palabrotas, igual que mi padre, y no exagero cuando afirmo que la U.D. Las Palmas, en mi casa actual, ha sido aceptada como un familiar más, y, como tal, con ella nos enfadamos, la reprendemos, nos alegramos y nos abrazamos.

Por todo ello, para mí es un privilegio poder compartir a través de este blog todos estos sentimientos y sensaciones que tanto nos unen.

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