Foto cedida por Tinta Amarilla |
Toda expectativa se centró ayer en el partido frente al Valencia. Se debía ganar; se tenía que ganar para sumar tres valiosos puntos que nos acercaran un poco más a la permanencia, esta vez estimada en los treinta y nueve. Pero el asunto no comenzó bien. Se encajó un gol demasiado pronto con la consiguiente desazón por parte de todos. Aún quedaba tiempo, demasiado como para perder la fe, pero ese tropiezo generó ansiedad en el equipo canario, que trataba de acercase, con más corazón que cabeza, a la portería contraria, aunque con pocos argumentos. El equipo valenciano, con nuevo entrenador, parecía seguro con el 0-1. No imaginaron que llegaría la metamorfosis de los amarillos.
En el descanso observé
rostros cariacontecidos de aficionados; escuché algunas opiniones, a
mi juicio torticeras, sobre Javi Varas, y percibí en ciertas miradas
el reflejo del miedo, ese miedo que nos atenazaba en un reciente
pasado. Sin embargo, yo tenía fe, y así se lo transmití a quienes tuve a mi lado. Este equipo lleva jornadas creciendo a pasos
agigantados, y sabía que la segunda parte sería bien distinta a la
primera.
Lo que Quique Setién tuvo
que corregir e inculcar a sus muchachos dio su fruto. Desde el
primer pase del segundo tiempo la UD Las Palmas supo lo que se traía
entre manos, mejor dicho, entre botas. Los goles llegaron de aquella
manera, pero llegaron. El primero de penalti convertido por J. Viera, que nos puso los latidos al galope, y el segundo de
Mustafi, en propia puerta (2-1). Esta vez la suerte sobrevoló el Gran Canaria ¡Ya era
hora!
Javi Varas, con enorme
profesionalidad, supo contrarrestar el mal sabor de boca que le dejó el gol tempranero, y realizó muy buenas paradas. El público lo
arropó durante los noventa minutos. Sin embargo, por la tensión
acumulada, el portero nos dejó una bonita imagen al finalizar el
partido: cayó de rodillas sobre el césped y varios de sus compañeros
fueron a abrazarle. Momento emocionante.
Hoy el corazón futbolero
piopiense está feliz, y no es para menos. La casta, el sacrificio, la entrega
y el buen hacer de este equipo lo llevará pronto a puerto seguro.
Usando la expresión favorita de mi amiga Dulce, futbolera hasta la médula, hoy digo: ¡Qué contenta me tienen
mis pollitos!
VAYA EQUIPO DE GOLFOS, DESDE EL PARTIDO DEL GIJON SE LES VIO EL CAMBIO A PEOR, PERO HAN CONSEGUIDO ALGO? DE LOS 4 PARTIDOS Q RESTAN NO GANAREMOS NI UNO, RECUERDEN !!!
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