Dicen
quienes conocen bien el fútbol, que se necesitan aproximadamente
diez partidos para valorar el juego de un equipo y su posible
trayectoria durante el resto de la temporada. Este de hoy, el cuarto,
se ha saldado con una derrota (0-1) frente al Rayo Vallecano de Paco
Jémez, un hombre que conoce muy bien nuestro entorno y nuestro
estadio, y, sobre todo, a Jonathan Viera, al que le cerraron casi
todos los caminos.
Si este
encuentro se hubiese dado en otro momento de la liga, posiblemente
saltarían las alarmas y los ánimos decaerían, pero no es así,
afortunadamente. Dos tiempos tan diferenciados, el primero bastante
bueno, y un segundo para olvidar, obedecen a errores reconocidos por
el propio Paco Herrera, confesando en la rueda de prensa no haber
visto con claridad lo que tuvo que haber hecho para enmendar el
resultado adverso. Mérito tuvo también el Rayo que jugó con
frescura y valentía, haciendo pasar casi todo el juego por
Trashorras, por el que no pasan los años.
Teníamos el
buen sabor de la hazaña, porque, visto lo visto hoy entre Sevilla y
Celta, lo que hizo la UD la semana pasada fue una verdadera hazaña,
pero ahora nos queda un regusto extraño. Quizá el hecho de perder no
haya sido tan desagradable como ver al equipo en la segunda parte tan
insignificante, desangelado y cenizo, sin el control de la pelota y
prácticamente a merced de un equipo que tampoco deslumbró a la
parroquia.
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