Un blog de Malena Millares

domingo, 27 de abril de 2014

EL CONDENADO INSTRUMENTO

"Un equipo de fútbol es como un piano. Necesitas a ocho personas que lo muevan, y tres que puedan tocar el condenado instrumento" (Bill Shankly).

Creo no equivocarme al afirmar que el partido de anoche con el Barcelona B (0-2), durante muchísimos minutos, fue uno de los mejores que he visto en el Gran Canaria en los últimos tiempos. Pero si un equipo que genera tantas ocasiones de gol no es capaz de rematar ni el uno por ciento de esas ocasiones (incluido el penalti) será porque le falta algo. No puede ser que llegase tanto a puerta y se diluyera en el momento final. ¿Mala suerte? Posiblemente, no lo pongo en duda. A veces se dan estas cosas y el resultado se antoja injusto. Pero la justicia, tal y como la entendemos, no existe en el mundo del deporte, aunque tanto se nombre. Efectividad fue lo que tuvo el equipo contrario: llegó cuatro veces a la meta de Barbosa y metió dos goles. ¿Qué más tuvimos que hacer ayer para meter un primer gol y ganar el partido?

Si lo de anoche se hubiese dado en cualquier otro momento de la temporada me atrevo a asegurar que estaríamos hablando de otra cosa y con otro talante: Quizá de un buen partido y mala suerte de cara al gol. O diríamos, simplemente, que la imagen ofrecida fue buena y que el entrenador tendría que corregir ciertos defectos. Pero, a seis jornadas para concluirla y con la mirada puesta en el ascenso, no podemos opinar lo mismo. El estado anímico cambia por completo y se puede entrar en la desesperación mientras los puntos de casa se nos escapan. La mayoría de la grada pitó a Sergio Lobera porque entendió que no hizo los cambios a tiempo, y que tras el gol del Barcelona salió a la desesperada con dos delanteros. El desgaste de la UD Las Palmas en la primera parte hacía presagiar el cansancio de algunos jugadores en la segunda, como así se vio antes del primer gol. Sin embargo, el entrenador consideró que no era el momento de hacerlos y esperó algo más.

Trato de ver las cosas desde la objetividad. Lobera, a no ser que ocurra algún imprevisto, hace los cambios cuando el partido está bastante avanzado. En unos le ha salido bien y hemos ganado y aplaudido mucho, y en otros, como el de ayer, le salió mal y perdimos; luego la pitada final en su contra. El técnico, guste más o menos, es el que manda en el vestuario, y su decisión es la que prevalece, sea acertada o no. Esto es una verdad de perogrullo pero a veces se nos olvida, porque por encima de todo damos rienda suelta a nuestros sentimientos, que tan necesarios son también para llevar en volandas al equipo hasta la meta.

Después del mal cuerpo que tengo desde anoche, trato de mirar hacia adelante y terminar de creerme que la Segunda de este año es muy mediocre, porque nadie destaca sobremanera y estamos todos en un pañuelo muy juntitos. Por ello no dejaré de confiar en que tres jugadores, los que sean, acabarán de tocar este condenado instrumento. Seis jornadas son muchas, un mundo por delante para que el teclado termine de sonar bien.












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