Un blog de Malena Millares

lunes, 23 de abril de 2018

Y AHORA QUÉ

El descenso de la UD Las Palmas a Segunda División A no ha sido noticia inesperada. Acabó la temporada anterior enferma, y comenzó la actual sin que un especialista diera solución a su mal. Un año deportivo de lo más aciago, porque, desde la pretemporada, sus dirigentes no atinaron con la fórmula para apuntalar las columnas de un edificio que llevaba meses tambaleándose. Y de aquellos polvos, estos lodos.

Ayer los futboleros de la provincia de Las Palmas, así como los seguidores amarillos que viven en diferentes rincones del planeta, sentimos una rotura en nuestras entrañas.

Aquel ascenso fallido ante el Córdoba sirvió para que el corazón de los hinchas de la UD diera un vuelco, convirtiendo un sentimiento de rabia y frustración en una marea de complicidad con el equipo, llevándolo en volandas el año posterior hasta el ascenso a Primera.
Paco Herrera, quien pronunció aquella celebre frase “Nos veremos en la guagua”, puso la guinda al pastel al contagiar su fe a los suyos. Araujo marcó el gol en los últimos minutos y el delirio se adueñó del Gran Canaria.
Pero no estaba Herrera destinado a continuar llevando las riendas del equipo, y fue sustituido por Quique Setién.

Con este último se vivió una etapa dulce, el tiempo más lúcido e ilusionante de las últimas décadas, acorde con nuestro singular juego, raso y pausado. Supo extraer lo mejor de sus jugadores, tanto de los apáticos como de los olvidados. Pero no estaba tampoco Setién destinado a continuar en la UD Las Palmas, siendo su salida un episodio desasosegante.

Si muy mal se echó a andar a la actual temporada, y si peor fue haciendo su recorrido, era de esperar que a falta de cuatro partidos terminara con un descenso. Márquez, Ortíz, Ayestarán y Jémez fueron, cada uno a su manera, los que condujeron la etapa más difuminada, sin facciones en su rostro, de esta entidad.

Pero nada llega por ciencia infusa. La trayectoria obedece a una planificación con más errores que aciertos. En fútbol se asciende y se desciende de categoría, según para quien, con relativa frecuencia, pero cuando se acomete con dignidad, el dolor se gestiona de manera equilibrada. Sufrir un descenso en casa, y por goleada, habiendo sido espectadores de una película que desde el comienzo no ofreció ninguna duda de su final, produce desazón, y de ahí la desafección de la hinchada.

Y ahora qué, cómo se recompone un jarrón roto en tantos pedazos...
Muchos cambios sustanciales tendrán que verse para que el jarrón pueda pegarse sin que apenas se noten las fisuras.
Ni esta afición, ni esta entidad con sesenta nueve años de vida, pueden andar a la gresca, no nació para esto. El escudo, la pasión por sus colores y la digna historia que le acompaña no merecen ni un fallo más de base.

Arriba d'ellos”


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