El fútbol
también tiene una cara fea, y no es, precisamente, la que muestra el
propio deporte, sino la que le ponemos quienes pululamos a su
alrededor.
Últimamente
¿qué vemos, qué escuchamos? Pues nada más y nada menos que
disputas entre padres en encuentros de infantiles, llegando a causar
en algunos casos lesiones graves, bien entre ellos o al colegiado de
turno. Apuestas en las que participan los propios jugadores, sin
importarles el devenir de su club. Aficionados que invaden los campos
poniendo en peligro la integridad física de los jugadores, o
haciendo abortar un ascenso casi hecho. Ofensas desde la grada a
futbolistas de otra raza. Palabras y gestos hirientes de los
jugadores hacia el trío arbitral, con la consecuente sanción al
infractor que deja a su equipo mermado en uno o varios partidos.
Duras entradas entre profesionales cuando se sienten frustrados.
Dimes y diretes, hoy 'por aquí' y mañana 'por allá'. Mensajes
feroces y descarnados de algunos aficionados a los entrenadores
cuando los resultados negativos se convierten en rachas. Politización
del deporte. Actitudes poco éticas en el terreno de juego. Intereses
económicos de dirigentes de clubes, que anteponen el beneficio
personal al sacrificio por un proyecto a medio o largo plazo. Todo esto y algunas evidencias más, ponen de manifiesto que en esta galería de
arte llamada fútbol las obras expuestas desde hace décadas ya no
tienen la misma lozanía.
Todo esto
parece inevitable. Pertenecemos a este planeta y en muchos momentos
nos dejamos llevar por nuestras bajas pasiones, dándole al noble
deporte del fútbol una sonora bofetada, y, en el peor de los casos,
una buena tunda. Los tiempos que corren, la globalización, defectos
como el egoísmo, la soberbia, la prepotencia, o la poca educación,
desgraciadamente en alza, contribuyen en mayor medida a ponerle dos
caras a lo que en su día nació con una sola y bien bonita.
Ninguno de
estos comportamientos aportan nada bueno. Todo lo contrario. Se
desvirtúan sus reglas y se abandona el fair play. Y lo peor es que,
al estar el fútbol tan arraigado a nuestras vidas y remover tantos
sentimientos, podría llegar a considerarse que lo que sucede
alrededor de él es casi normal, con el peligro de extrapolarlo a lo
cotidiano, y hacerlo ejemplarizante para las nuevas generaciones. Me
consta que se sigue luchando para erradicar la cara fea del fútbol,
y es que no puede ser de otra manera.
¡Arriba
d'ellos!
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